Para los padres/madres el guardar cuarentena para evitar contagio del Covid 19 no está siendo fácil. A mas de su tele-trabajo en algunos casos, tienen que atender las tareas domesticas complicadas por la pantemia, y la demanda de atención de sus hijos pidiendo ayuda con las tareas de tele-educación.
Para los niños tampoco esta siendo fácil, han perdido sus rutinas, y los niños, aunque protesten a veces por rutinas, se sienten mas seguros dentro de ellas. Han perdido el encuentro con sus amigos en la escuela o en el barrio, en edades donde sus pares son fundamentales en su recreación, socialización y en la afirmación de su identidad, pues sus emociones y pensamientos empatizan con los cercanos en su edad. De primera mano se que mis nietos sienten que están frente a “deberes” escolares eternos todo el tiempo, echan de menos la tutela de sus maestros, el aprendizaje socializado con sus compañeros, el juego con ellos, el aire libre. Para ellos vacaciones son buenas, pero estos días (de cuarentena) “son encierros, cargados de deberes y son muy largos…”
También estamos escuchando sobre la violencia domestica, especialmente exacerbada por las condiciones de encierro y restricciones, en espacios pequeños, en viviendas pobres en condiciones de hacinamiento. Esto es un desafío que se agudiza en estos días, y que la pandemia ha mostrado con mas dramatismo los pendientes sociales a responder especialmente desde las políticas gubernamentales. Aunque reclusión es duro para todos, también abre oportunidades para nuevas reflexiones y practicas. La responsabilidad se vuelve un valor muy concreto en la convivencia familiar, y desde cada miembro de familia: si papa y mama tienen tele- trabajo, si hijos tiene tele-educación, ambos son responsables por lo que les toca, y todos tienen responsabilidad para contribuir con las tareas domesticas. En ambientes de reclusión el valor respeto se vuelve mas urgente que nunca; se necesita respeto mutuo para contribuir con el bienestar de todos, como respetar los tiempos en la computadora (no todas las familias gozan de computadoras individuales), respetar el espacio de los otros, respetar la necesidad de silencio y de rutinas de todos.
Estos días absolutamente inéditos, que nos parecen mas de ciencia ficción que reales, podrían ser una oportunidad única que nos da la vida para reflexionar, repensarnos, y empezar a construir nuevas realidades juntos, para hacer de nuestros hogares espacios de encuentros gustosos, en juegos grupales recreativos y educativos, en trabajo en el jardín juntos (si esto es posible), en diálogos enriquecedores entre padres e hijos. Muchas veces los adultos dialogamos entre si de lo que creemos serio y profundo, y no damos a los niños la oportunidad de compartir sus inquietudes y visiones en los mismos temas, entonces ellos lo hacen solamente con sus pares.
Estos son tiempos únicos para un dialogo inter-generacional, donde los padres se esfuercen por entender a sus hijos y aprender de ellos, y donde los hijos puedan sentir que sus padres son también sus amigos. Son momentos para experimentar que la vida no tiene solo una dimensión material, que hay realidades intangibles y profundas como el temor, el amor, la solidaridad, la esperanza; que son experiencias innatas al ser humano, que no se las ve, pero que se expresan y concretizan en como nos relacionamos con los otros y con la naturaleza. Estas realidades y relaciones se extienden en círculos concéntricos de cuidado mutuo: yo mismo, mi familia nuclear, mi familia extendida, mis amigos y vecinos, mis colegas de escuela; circulo que se sigue expandiéndose hacia quienes viven en mi barrio, mi pueblo o ciudad, mis compatriotas, el mundo, nuestro eco-sistema.
Por la Sra. Mercedes Román,
Asesora de Educación Ética
Arigatou International y Red Global de Religiones a Favor de la Niñez